Rompiendo cadenas

    Hoy soy más libre que ayer. No hablo, por supuesto, de una libertad al uso. No es esa en la que uno puede actuar como le venga en gana sin pensar en daños a terceros. Soy más libre, precisamente, porque le he dado otra acepción a la palabra libertad. A esa de la que nos privamos en mayor o menor medida todas las personas. Me refiero concretamente al sabor que deja liberarnos de nuestra prisión mental, de nuestros prejuicios, de nuestra negatividad. Vivir en una comunidad tan heterogénea me ha hecho pensar en la absurda inflexibilidad de la que pecamos a veces a la hora de elegir a nuestros compañeros en el camino de la vida. Tememos la diferencia, el cambio, la incertidumbre de lo desconocido. Nos da miedo dejar de ser nosotros mismos aunque la alternativa sea ser mejores, más libres.
    Pero ya el primer paso está dado, el miedo ya no existe y pongo mi barco del cambio en una nueva y misteriosa dirección. Hoy por fin me hallo con viento en popa y a toda vela para que cada una de las personas que me acompañan me cambie la vida.

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