La fortuna de tener el mar como jardín y las estrellas como techo.

    El último día en Fuerteventura comienza con la misma tranquilidad que la isla inspira. La actuación mañanera de masajes nos ayuda a liberar tensiones, las físicas y las emocionales.

    Tras recoger y limpiar a fondo, nos despedimos de nuestro hogar, el albergue de Pozo Negro, que cuenta con la playa como jardín y un maravilloso techo de estrellas que observamos cada noche desde el saco. Nos dirigimos a Corralejo, donde disfrutamos de unas horas de tiempo de paisano para reconectar con los que más echamos de menos: familiares, amigos, nosotros mismos y, por supuesto… ¡helado!

    En un abrir y cerrar de ojos llega el ferry a Lanzarote. El resto de la tarde transcurre con el cambio de grupo y la nueva compra. En el super surgen algunas dudas del resto de compradores sobre porqué hay 45 jóvenes con una camiseta azul arrasando con todas las barritas y los plátanos.

    Finalmente llegamos a nuestra nueva instalación, pabellón Haría. A la noche, junto antes de dormir, tenemos la oportunidad de conocer un poco más a Ajka, que nos conquista con sus tiernas palabras y sus increíbles fotos y vídeos.

    Apagamos ya las luces,
    todos vamos a la cama.
    Buenas noches, buenas noches
    duerman bien, hasta mañana 🙂

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